Retiré con calma mis escritos, mis recortes, mis fotos, mis dudas, mis errores, mis promesas, mis lloros, mi soledad, mi sinsentidos, mis pasiones, mi entusiasmo, mi crecer prematuro, mi dolor, mi indiferencia, mi esperanza, mi tristeza, mi agonía, mi ansiedad, lo que formó parte una vez de mí. Sin embargo, quedaron las marcas de todo aquello dibujadas con polvo, como si fueran cicatrices del tiempo y las sentí en mi piel. Sentí las rodillas cuando aquel día me golpeé con los bordes de la cama al intentar subir cuando mis piernas eran todavía demasiado cortas; y sentí la desesperación constante de no encontrar nunca lo que buscaba.
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